martes, 12 de agosto de 2008
Crónica de un orgullo (gay)
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Besarse entre hombrecitos nunca fue la principal enseñanza de tu colegio Cristian. Y peor si fue de curas. Lanzó una carcajada al aire. Conocedor de la razón de mi visita, me pidió que cargue cámara. Advierte que si su vieja viera alguna foto suya en una disco de ambiente se desencantaría de su varoncito. Le respondo que jamás pasaría eso. Niega con la cabeza.
Al salir, Cristian me trata de hacer entender que en nuestra sociedad muchas personas ven mal el hecho de ser homo, por eso el prefiere callar. No por roche, sólo por tener paz.
Nunca eliges ser gay, cura o ratero. Si eres un rufián, quizá la necesidad te incitó a robar. Si vistes sotana, fácil un chip llamado moral se te incrustó de niño con abundante lectura bíblica. Si papá y mamá tuvieron una relación aceptable, lo más normal sería que busques a una mujer para tu vida. Me interrupe agregando que un día pueda que descubras lo que es besar a otro hombre y te guste, quizás un roce con otro macho te produzca una erección y de pronto te des cuenta que eras distinto.
En su mancha de amigos como él le dicen ‘la Cristian’. Me río y repito el nombre interrogando. Le comento que a simple vista no tienes mucho de “La Cristian”. Me responde que la simple vista no es nada.
Olvido lo que estábamos hablando por que llegamos a la disco DownTown Vale Todo. Juraba que siendo domingo el local iba a estar lleno a medias. Pero el sonido de la música electrónica ya hacía vibrar las puertas del recinto. Un silbidito del tema se me está pegando. (World Hold On)
“¿Han cerrado este local como 5 veces no?” Le pregunto. Me responde que Masías siempre hace problemas, y acepta que los ‘trakas’ o travestis son también escandalosos y que últimamente tratan de hacer menos alarde.
La entrada es libre hasta las 11, así que llegamos un poco antes. La seguridad me revisa todo el cuerpo para evitar si tengo algún aparato fotográfico y me pide que no tome muchas fotos con el celular. Felizmente nunca encontraron mi cámara. Ni Cristian sabía que llevaba una.
Christian me dice que la gente es tranqui, la mayoría viene en grupo. A él, particularmente le jode ir a tener que buscar alguien con quien bailar. Me dice que me veo demasiado straight. Ante mi asombro, me tranquiliza. Explica que los varoncitos llaman más la atención, soltando una risita. Que ninguno de los patas de ahí buscaban a otra ‘loca’. Pedimos una jarra de ‘chela’, y le confieso que tenía una cámara. Me dice que me pueden hacer roche.
Cuenta Cris que una vez él acusó a un tipo que tenía cámara y que el ‘seguridad’ lo amenazó con decomisar su cámara si no borraba todas fotos. Le prometo que haré unas tomas sin flash.
Nos sentamos en un balconzuelo blanco a para acabarnos la jarra de Barena. Al costado, dos chicas orientales se dan unos besos muy jugosos. Quisiera tomarle foto pero es muy obvio. Saco la cámara de mi bolsillo y hago shot sin flash a la pista de baile. Con la otra mano tenia prendido un cigarro para disimular. Capturo a un par de patitas besándose.
No he visto reportaje alguno acerca de las actividades de esta disco. Hay presentaciones todo el fin, en la semana hay concurso de baile y canto. Para nada aburrido. Cris me dice que en medios solo aparecen los escándalos y de vez en vez Juan Carlos Ferrando declarando en su defensa.
Veo a un chico femenino aproximarse. Hay varios, pero este se dirige a Cris con entusiasmo y mueve las caderas un espanto. Cris lo saluda con beso en el cachete. El nuevo me saluda y le dice a Cris que me presente. Le respondo, pero me doy cuenta que no le causo mucha confianza. Se llama Sandro. Luego se lleva a Cris un toque y en segundos aparecen bailando por allá. Yo sigo jugueteando a la cámara oculta. Sale otra jarra.
En la pista, el compás pegajoso atrae a la gente. Son dos o tres chicos, o dos o tres chicas, con sus tragos y cigarros. Otros, caminan luciendo vestuario que fluctúa entre mangas cero, polos strectch, pantalones brillantes y apretados, zapatos bien lustrados. Bastante tatuaje y peinados a lo ‘electrocutado’ con mucho gel. En efecto, quieren llamar la atención de alguien en la barra con ojos buscones. Alguien que les invite un trago, algún gringo con el que derrochar algo de billete o alguna historia fugaz con quien sea. Buscan diversión a su manera.
Cuando vuelve, le pregunto a Cris por qué el no es como Sandro. Me contesta que no lo necesita y se considera un chico varonil, caleta y lindo. No hay repreguntas para tal contestación. Lo noto feliz donde está, tranquilo y con una visión clara de lo que es. Transmite buena vibra.
Parece que los problemas en su vida con respecto al tema de la hetero o bisexualidad pasaron. Él jamás le haría nada a una chica. Me confiesa que la mujer es un elemento intocable. Acepta que ya probó el sexo con una pero prefiere a un hombre. Insiste que con todo ello no es menos viril. Salió la tercera jarra y guardé la cámara.
Le digo a Cristian que aún no había salido del closet. Me responde que no pero le importa un carajo que algunas personas cercanas a él se enteren o no. Me hace reír una vez más.
Pasó media hora y decidimos retirarnos. Salgo del “Vale” y le digo a Cris que me tome una foto con el letrero del DownTown, desde fuera. El guachimán se acerca me dice que por favor no le enfoquen la cara.
Me doy cuenta que el único que no le tiene vergüenza a las fotos en este sitio soy yo. ¡Hasta el guachimán le tiene roche! Cuando me animo a comentar esto, Cris y yo, esperamos que la homofobia desaparezca en este país, que todos los complejos se vayan a la mierda, y algún día un par de homosexuales puedan caminar tranquilos entre las calles de Lima, sin necesidad de que les estén mirando mal, ni que algún desadaptado, familiar o ajeno les exprese abiertamente su desprecio por una simple forma de vida.
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